11 agosto 2013

No hables con extraños

Interior autobús
Viaje compartido... en un autobús.
Hace un par de días un contacto de Facebook ponía en su muro que pensaba hacer un viaje a la costa portuguesa y ofrecía a todos sus amigos la posibilidad de compartir viaje y gastos. Cuando lo leí, sentí por él nuevo motivo de admiración por su iniciativa abierta; el caso es que empezaron a llover comentarios y alguno le criticó y alertó que no debería de haber puesto eso, que al final "se apunta el que menos desearía la compañía".

Por la tarde, en la playa leía a Bauman y en un capítulo del libro "Modernidad líquida" titulado "No hables con extraños" encontré una explicación y al comportamiento de mi amigo de facebook y el comentario que leí. 

"No hables con extraños" -que era antes una advertencia de los padres a sus hijos indefensos- se ha convertido se ha convertido ahora en un precepto estratégico de la modernidad adulta.

Dice Bauman:
- "La esencia de la civilidad es la capacidad de interactuar con extraños sin atacarlos por eso y sin presionarlos para que dejen de serlo o para que renuncien a algunos de los rasgos que los convierten en extraños (...)
- La capacidad de convivir con las diferencias, por no hablar de disfrutar de ellas y aprovecharlas, no se adquiere fácilente, y por cierto no viene sola. Esa capacidad es un arte que, como todas las artes, requiere pluralidad de los seres humanos y a la ambivalencia de todas las decisiones de clasificación/archivo, es, por el contrario, espontánea y se refuerza a sí misma: cuanto más efectivos son el impulso hacia la homogeneidad y los esfuerzos destinados a eliminar las diferencias, tanto más difícil resulta sentirse cómodo frente a los extraños, ya que la diferencia parece cada vez más amenazante y la angustia que provoca parece cada vez más intensa. (...)
- Los esfuerzos por mantener a distancia el "oro", el diferente, el extraño, el extranjero, la decisión de excluir la necesidad de comunicación, negociación y compromiso mutuo, no sólo son concebibles sino que aparece como respuesta esperable a la incertidumbre existencial a la que han dado lugar la nueva fragilidad y la fluidez de los vínculos sociales.
Y todo esto me trae el recuerdo de una experiencia personal de hace unos años, que por ciertos motivos que no vienen al caso, encontré la posibilidad de hacer un viaje, sólo el trayecto a mi destino, con un extraño; a penas me dio tiempo a "investigar" quién sería el "otro" como sería su personalidad, su edad o sus ideas. El caso es que dentro de un rango de posibilidades empecé a imaginar el peor de los dos extremos, alguien demasiado alternativo, liberal, "perroflauta" etc. o en el otro polo, podría ser alguien muy conservador, sevillano de pura cepa, de sus tradiciones capillita, etc. y ... cuando llegué al lugar y la hora convenida, se cumplieron mis sospechas, el "otro" era era mucho más extremo de lo que había temido (no voy a decir cual) Me ví "obligado" a compartir el espacio con alguien que en circunstancias normales no me hubiera gustado conocer. Sin embargo, la experiencia fue enriquecedora, no solo se me cayeron muchos de mis prejuicios, sino que aprendí cosas y noté que él también estuvo interesado por mi forma de pensar; el viaje a penas duró dos horas y se me pasó volando. llegamos al destino, le pagué lo convenido, (él era el que puso el coche y parte de la gasolina), nos despedimos.
Ha pasado el tiempo y alguna vez lo he vuelto a ver en Sevilla creo que fue una noche en un bar en una calle por donde pasaba y otro día corriendo por el río en el trayecto opuesto al que yo recorría. Estoy seguro que nos reconocemos, pero no nos hablamos ni nos interesa ni queremos; tenemos muchas diferencias como para ser amigos, pero al menos durante dos horas nos "obligamos" a entendernos, negociar un espacio y un tiempo común que recuerdo con agrado y fue para mi un estupendo encuentro.